La relación del Madrid con la Copa ha sido de cierta frialdad en los tiempos modernos, considerando como arranque de tales el arranque de la Copa de Europa. Antes, cuentan, no era igual. Antes el Madrid peleaba por la Copa con el mismo ahínco que por todo. Pero desde que se internacionalizó el conflicto y alcanzó gloria europea, se consagró a la Liga, como vía para repetir en Europa y dejó la Copa como tercer plato. La propia afición lo sintió así. Las eliminaciones en esta competición nunca provocaron mayor dolor.
Antes de eso no es que se dejara eliminar, pero a veces hasta lo ha parecido. Y así, cuesta abajo en la rodada, ha acumulado disgustos como el de El Salto del Caballo, sustos como el de aquella prórroga en Leganés y hasta un bochorno sin precedentes, el 4-0 del Alcorcón. En fin, que Di Stéfano, con todo lo que ganó, sólo consiguió una vez la Copa, tras once años en el Madrid. Raúl se ha marchado sin ganarla. Casillas, campeón de dos Champions, de Eurocopa, de Mundial, y de algunas ligas, tampoco la tiene. Mourinho está decidido a cambiar esto: "Si a mí me hacen lo de Alcorcón están muertos."
Así que va en serio, y ya era hora. El Madrid viaja la víspera y aunque descansan algunos el equipo está granado de titulares, entre ellos el portero y la megaestrella. O sea, ni siquiera hace esa concesión tradicional de que la Copa mantenga en forma al portero suplente. (Por esa línea perdió el Madrid dos finales, con César, y cayó los dos últimos años, con Dudek, a la primera, ante equipos de Segunda B). También en esto quiere cambiar viejos hábitos Mourinho, que está revolucionando bastantes cosas en el club. Y yo me alegro, porque la Copa me gusta y está necesitada de aliados.
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